El agua es mucho más que el líquido transparente que obtenemos al abrir una llave o lo que añoramos ver caer en forma de lluvia durante el invierno. Si hacemos el ejercicio de agudizar la mirada podemos darnos cuenta que está presente en los objetos que componen nuestro entorno cotidiano. Se usaron cerca de 5m3 para fabricar la silla que usamos y aproximadamente 12m3 en el pantalón o vestido que tenemos puesto.

Por eso, adaptar nuestras conductas de uso y consumo al escenario de la emergencia hídrica que vivimos, es de suma importancia, ya que el recurso proveniente de la cordillera ha ido disminuyendo.

La cuenca del Maipo es una zona que, en los últimos años, ha sufrido los efectos del cambio climático, con altas temperatura durante el verano y precipitaciones escasas y altamente concentradas en un corto periodo de tiempo, así como la elevación de la isoterma cero que incrementa el riesgo de aluviones, inundaciones y periodos de sequía extrema.

Sobre el consumo.

La región Metropolitana se emplaza en esta cuenca, cuyo río tiene una longitud de 250 Km y es su principal fuente de agua, pero producto de la sequía se han debido hacer ajustes que implican acuerdos y concesiones. Ejemplo de ello es que la Junta de Vigilancia del Río Maipo, Primera Sección junto con Aguas Andinas debió compensar el déficit a costa de los regantes para así asegurar el abastecimiento de agua potable de la población y la ciudad.

En nuestra ciudad, a grandes rasgos, los tipos de uso que se les da al agua son el residencial, para riego de áreas verdes, comercial e industrial. En términos domiciliarios, según Center of Climate and Resilience Research de la Universidad de Chile, las comunas de la Región Metropolitana que registran mayores niveles de consumo son Barnechea con 400 litros diarios por habitante, Vitacura, Las Condes y La Reina (entre 300 y 400 lt.), Providencia y Colina (entre 250 y 300 lt.), Ñuñoa, Peñalolén y Huechuraba (entre 200-250 lt); todas por sobre los 100 litros por habitante que sugiere la OMS, aunque la Superintendencia de Servicios Sanitarios fija este nivel en 190,8 litros por persona.

¿Qué podemos hacer?

Lo primero es tomar conciencia y para eso conocer nuestro consumo individual resultará útil. No se trata de una operación matemática compleja, sino que consiste en dividir el consumo mensual (información que aparece en nuestra boleta de la compañía sanitaria) por el número de días del mes y la cantidad de personas que viven en la casa. Todo lo que sobrepase los 190,8 lts. es de lo que tenemos que hacernos cargo, porque significa que un agricultor está regando menos y con eso produciendo menos, lo que podría afectar también la seguridad alimentaria de nuestra región.

Y es en este punto donde todos los gestos suman: evitar la llave corriendo sin necesidad, reparar las instalaciones defectuosas, regar en horarios de menor calor, no lavar su auto con la manguera corriendo, no barrer veredas con agua o usar la lavadora al máximo de su capacidad. Otro buen consejo es seguir la iniciativa de algunos municipios de la Región Metropolitana que comenzaron a reemplazar el pasto de sus áreas verdes por especies de bajo consumo hídrico. Y, si queremos hilar un poco más fino, también podemos empezar a observar lo que compramos y dónde lo hacemos. Muchos productos producidos en serie que se venden a bajo precio en el mercado requirieron miles de litros de agua para su producción y, a veces, por su corta vida útil, terminan rápidamente transformándose en basura.

Si bien para quienes vivimos en la ciudad puede ser menos evidente el valor de esos litros que desperdiciamos, no hay que olvidar que, en medio de esta emergencia, están disponibles para nosotros a costa del resto de los usuarios de la cuenca del Maipo.