Este marzo recién pasado fue el décimo mes consecutivo con récord de calor a nivel mundial, dando cuenta de que las altas temperaturas son una constante alrededor del mundo y efecto directo del cambio climático. En Chile, se pronostica el regreso de La Niña, con la ausencia de lluvia y sus largos periodos secos. De acuerdo con los datos del World Resources Institute se espera que para el año 2050 mil millones de personas vivan con un estrés hídrico extremadamente alto; y nuestro país se posiciona como el más afectado en América Latina.
Actualmente, hay decretos de escasez hídrica vigentes en 6 regiones del país, mientras que 192 comunas de 13 regiones se encuentran con emergencia agrícola producto de la falta de agua. Hoy casi la totalidad del país presenta dificultades para abastecer el consumo para todos los usos.
Este puñado de datos, entre muchos otros, indica que vivimos un nuevo escenario climático al que debemos no solo acostumbrarnos, sino que adaptarnos. Nos encontramos en un momento crucial para la sostenibilidad de la vida tal y como la conocemos. Como lo plantea la teoría de la evolución, es la transformación y adaptación a lo largo del tiempo lo que permite la continuidad de la vida.
Que tengamos la capacidad de hacer esta reflexión, no es suficiente. Se requiere que como sociedad tomemos conciencia de la urgencia del problema, de la necesidad de definir rápidamente acciones para garantizar la disponibilidad del agua, tanto para el consumo humano como para el desarrollo de las actividades productivas, clave de nuestra subsistencia.
Sí podemos tomar decisiones al respecto que marcan una diferencia: desde qué tipo de jardín tenemos y cuánta agua consume, hasta cuáles son los procesos productivos con que debo contar para alcanzar la eficiencia hídrica.
Cada uno de nosotros tiene una responsabilidad en tomar acciones adaptativas. Por ejemplo, durante la reciente temporada, por el caudal del río Maipo bajaron alrededor de 6000 hm3, que equivalen a casi 30 embalses El Yeso. De haber contado con mayor capacidad de embalsar -lo que es técnicamente posible- podríamos haber aprovechado parte de esa agua para los meses que vienen, sobre todo considerando que fenómenos donde llueve mucho en muy poco tiempo y en una zona acotada serán cada vez más habituales, sucedidos por periodos de sequía, como el que vivimos en Chile durante los últimos 14 años.
Si se cumple con los pronósticos de la llegada de La Niña durante la segunda mitad del año, tendremos de vuelta los decretos de escasez en la zona. La adaptación a esta “nueva” realidad requiere entender que ya no contaremos con la seguridad hídrica de siglos anteriores y por eso es necesario que, tanto los actores públicos como privados, dialoguemos y trabajemos en conjunto para empujar medidas drásticas, pero responsables a la hora de administrar y gestionar el agua; de realizar inversiones con visión de futuro, junto con trabajar para crear conciencia sobre el estado de vulnerabilidad en el que vivimos.
Por Luis Baertl, presidente de la Junta de Vigilancia del río Maipo primera sección