Luis Baertl, presidente de la Junta de Vigilancia del Río Maipo Primera Sección

La pregunta lógica que surge luego de las graves e históricas inundaciones que azotaron la zona de Valencia, en España, es si esto pudiera repetirse acá. El cambio climático y sus efectos surgen como una de las razones y si consideramos que Chile es uno de los países más expuestos a tales consecuencias, resulta evidente mirar estos eventos con un dejo de preocupación.

La segunda pregunta, y quizás la más importante, es si estamos preparados para enfrentar una catástrofe de estas características o más bien qué medidas debemos adoptar, sacando lecciones del desastre español. Es importante destacar la necesidad de adaptación al escenario climático que nos toca vivir; no sólo declararla, sino que actuar en conformidad y de manera urgente.  Eventos como estos se harán cada vez más recurrentes en distintos puntos del planeta, por lo que debemos entender y actuar con una mirada adaptativa, mediante la implementación de un conjunto de medidas de prevención y planificación que reduzcan impactos y fortalezcan la resiliencia frente a fenómenos climáticos extremos.

Como Junta de Vigilancia creemos que hay tres planos a considerar en nuestro ámbito de actuación. Primero, en términos de infraestructura hidráulica, se requiere de la construcción de embalses y de balsas de infiltración que permitan, por una parte, regular el exceso de caudal que se produce durante las crecidas (posibilitando un flujo menos acentuado hacia aguas abajo) y por otra parte, potenciar la recarga de acuíferos.

En segundo lugar, es fundamental una coordinación adecuada entre las instituciones que intervienen en la gestión hídrica, asignando de manera clara las responsabilidades de cada una, de forma de evitar que se apunten unas a otras, como sucede por ejemplo, en lo que a la mantención de cauces de los ríos se refiere. Actualmente, Chile presenta una dispersión de competencias en esta materia entre diversos organismos públicos, lo que de acuerdo con lo sucedido en Valencia, contribuye a intensificar los graves daños sobre la población y el medio ambiente.

Finalmente, es necesaria la modernización de la regulación de la extracción de áridos desde los cauces de los ríos, porque como se ha visto en los últimos años, la degradación de sus lechos, ocasionada en buena parte por esta actividad, intensifica los daños sobre la infraestructura y contribuye a la inundación de comunidades aledañas. En la Región Metropolitana hemos sido testigos de la grave afectación a las fundaciones del puente Los Morros, en el río Maipo, lo que podría poner en riesgo su estabilidad frente al paso de caudales elevados, como los que se observaron en decenas de videos de la tragedia en Valencia.

Abordar la prevención de desastres por inundaciones requiere una estrategia integral y coordinada. Los efectos del cambio climático que estamos observando demandan que estas medidas sean sostenibles y adaptables a condiciones cambiantes de clima en la región. Con una planificación adecuada y una colaboración efectiva, es posible reducir el riesgo de futuras catástrofes, protegiendo así tanto a la población, como al medio ambiente.